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Comentario Filemon

Jean Koechlin

Filemón 1-12

En los manuales escolares, a las lecciones propiamente dichas les sigue un ejercicio de aplicación. La carta a Filemón nos hace pensar en ello. No contiene ninguna revelación particular. Pero muestra cómo Pablo y sus compañeros ponen en práctica las exhortaciones contenidas en sus epístolas. "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad..." escribía Pablo a los colosenses (Colosenses 3: 12; compárese Filemón 5 con Efesios 1: 15).

Era precisamente en Colosas donde vivía Filemón, un hombre piadoso, amigo del apóstol, rico, ya que tenía esclavos. Uno de ellos, Onésimo, después de haber huido de la casa de su amo, había encontrado a Pablo, prisionero en Roma, y se había convertido. Ahora, el apóstol lo devuelve a su amo y le encarga ese conmovedor mensaje. Esto era obrar en contra de lo que ordenaba la ley: "No entregarás a su señor el siervo que se huyere a ti de su amo. Morará contigo..." (Deuteronomio 23: 15-16). La ley, en efecto, tenía en cuenta la dureza del corazón del hombre (Jesús mismo dijo, al hablar de la carta de divorcio: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os escribió este mandamiento). En cambio, la gracia en el apóstol tiene en cuenta que esa misma gracia obrará en el corazón de Filemón. Pablo conoce bien el amor de éste por todos los santos (Filemón 5) a través de las pruebas que dio de ese sentimiento: "Por­que por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos" (v. 7).

 

Filemón 13-25

Onésimo significa «útil». Otrora esclavo inútil, desde ahora merecía su nombre (v. 11). Más aun, había llega­do a ser un amado y fiel hermano (v. 16; Colosenses 4: 9). Ningún nombre es más precioso que el de «her­mano» y le conviene tanto al amo como al esclavo cris­tianos. Por su parte, Pablo no se vale de ningún otro título más que del de anciano y prisionero de Jesucristo (v. 9). Si hubiera pensado sólo en sí mismo, no se habría privado de los servicios de Onésimo. Pero quiere que le sea dada la oportunidad: 1) a éste, de dar testimonio en la casa en la cual se había conducido mal en otros tiem­pos; 2) a Filemón, de corroborar los frutos de esa con­versión y de confirmar "el amor para con él" (2 Corin­tios 2: 8).

Esta historia de Onésimo, en cierto sentido, es la nuestra. Éramos siervos rebeldes que seguíamos el cami­no de nuestra propia voluntad, pero fuimos llevados de vuelta a nuestro Señor, no para ser colocados bajo ser­vidumbre, sino como los que Él llama sus hermanos amados (compárese Filemón 16 y Juan 15: 15). Pablo es aquí la imagen del Señor que paga nuestra deuda e intercede por nosotros.

Ojalá esta epístola nos enseñe a introducir en nuestra vida de todos los días el cristianismo práctico: el olvido de uno mismo, la delicadeza, la humildad, la gracia... en resumen, todas las múltiples manifestaciones del amor.