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Comentario Tito

Jean Koechlin

Tito 1:1-16

Volvemos a hallar en la epístola a Tito los temas que nos ocuparon en la primera a Timoteo: el buen orden en la iglesia, la sana enseñanza opuesta a la de los falsos doctores y sus frutos en la conducta de los creyentes. Pablo encargó a Tito que escogiera y estableciera ancia­nos en cada iglesia (véase Hechos 14: 23). Estamos lejos del principio de tantas iglesias en las que un solo hombre acumula jerárquicamente esas funciones. Dignidad, so­briedad, hospitalidad y dominio de sí mismo son las condiciones morales indispensables para un anciano u obispo.

No es halagador el retrato de los cretenses trazado por su propio profeta y confirmado por el apóstol. Los ras­gos más o menos destacados del hombre natural no se borran con la conversión. Uno permanece más inclina­do a la mentira, otro a la pereza o al orgullo. Cada hijo de Dios debe aprender a conocer sus propias tendencias y luego velar, con la ayuda liberal del Señor, para no dejarlas manifestarse. ¡De otra manera ocurre la insu­bordinación! La de los hijos hacia sus padres (Tito 1: 6 al final) les hace correr el riesgo de rebelarse más tarde contra toda la enseñanza divina (v. 10). Y Dios no reco­noce las obras del que no se somete a la autoridad de su Palabra (v. 16 al final).

Que de Ti nada pueda apartarme y si de nuevo, Señor Jesús,

En mí flaqueza vuelvo a desviarme Haz que muy pronto torne a tu luz.

 

Tito 2:1-15

Al lado de los que son ancianos en la iglesia (cap. 1: 5­9), cada creyente, joven o viejo, hermano o hermana, debe dar un buen testimonio (cap. 2:2-10). Lo que está ordenado a los siervos se aplica a todos los redimidos del Señor. Escasos son los que no tienen un jefe por encima de ellos y, de todos modos, cada uno debería poder considerarse como Pablo: siervo de Dios (cap. 1: 1). Sea­mos «adornos» que hagan resaltar la enseñanza de nuestro Maestro (cap. 2: 10; 1 Reyes 10:4-5).

Los versículos s 11 y 12 nos muestran la gracia de Dios manifestándose de dos maneras. 1) Trae a todos los hombres una salvación que ellos no podían alcanzar por sí mismos; 2) Ella enseña al hijo de Dios a vivir sobria­mente en su vida personal; justamente en sus relaciones con los demás; piadosamente en sus relaciones con el Señor. Toda la vida cristiana cabe en esos tres adver­bios. Y lo que la sostiene es la esperanza (v. 13). Ésta es llamada bienaventurada porque llena el alma de una felicidad presente.

"Dios nuestro Salvador... nuestro gran Dios y Salva­dor Jesucristo" (v. 10 y 13): este título, contenido en el nombre de Jesús (que significa Dios Salvador) recuerda que le debemos todo. Acordémonos siempre que "se dio a sí mismo por nosotros para redimimos de toda iniqui­dad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de bue­nas obras" (v. 14).

 

Tito 3:1-15

Nuestra conducta respecto de las autoridades y para con todos los hombres necesariamente debe ser un con­traste con 10 que "también éramos" antes de nuestra conversión. Y este recuerdo de nuestro triste estado de otrora es apropiado para que mostremos "toda manse­dumbre para con todos los hombres" (v. 2; Filipenses 4: 5). Lejos de elevamos por encima de ellos, podemos invitar1os, por nuestro propio ejemplo, a aprovechar la misma gracia que nos regeneró.

Esta epístola menciona seis veces las buenas obras (Tito 1: 16; 2: 7 y 14; 3: 1, 8 y 14). So pretexto de que no tienen valor para obtener la salvación (v. 5), corremos el riesgo de subestimar su importancia y de dejamos aven­tajar por otros cristianos menos instruidos en otros pun­tos de doctrina. Por el contrario, hemos de "poner soli­citud en practicar las buenas obras" (V. M.), con un doble fin: primeramente, con miras a ser útiles a los hombres (v. 8); luego, a fin de no ser nosotros mismos "sin fruto" (v. 14). Este fruto, el Señor se complace en producir1o en la vida de los suyos. También es Él quien aprecia la naturaleza de este fruto. Solamente es buena una obra hecha para Él. María, si hubiera vendido su perfume en provecho de los pobres, habría hecho una buena obra a los ojos del mundo, pero, al derramar10 sobre los pies del Señor, ella supo hacer una buena obra para con Él (Mateo 26: 10).