La sana doctrina
André Gilbert


La mayor parte nosotros hemos sido puestos felizmente en contacto con las verdades de la Biblia relativas a la Persona y a la obra de Cristo, a la Asamblea de Dios, y a la venida del Señor.
En esto Dios nos ha favorecido mas de lo que nosotros podemos darnos cuenta. En el período difícil de la historia de la Iglesia en la cual hemos sido llamados a vivir, los creyentes hemos tenido a nuestra disposición mas luces que nunca jamás tuvieron los creyentes después de los tiempos de los apóstoles, luces para nada nuevas, pero puestas ahora en evidencia. Sin desconocer de ningún modo lo que Dios nos ha dado, decimos que el conjunto de los «escritos de los hermanos» constituye una inestimable riqueza para nosotros y está a nuestro alcance y a nuestra disposición. Ellas conservan intacto el ministerio de obreros calificados que han expuesto, no sus puntos de vistas o doctrinas personales, sino la Palabra de Dios, por la cual nos conducen sin cesar y nos hacen encontrar a Cristo. Este tesoro, que no ha sido adquirido ni guardado sin trabajo, luchas y penas, nos han sido fielmente transmitidos.
¿Qué hacemos nosotros?
Es totalmente lamentable que a menudo, nos gloriamos de lo hemos recibido como si no lo hubiésemos recibido, nos deslizamos hacia un espíritu tradicionalista y rutinario lleno de suficiencia. La acción viva del Libro de Dios es sustituida por la adopción pasiva de pensamientos y expresiones prestadas de otros. Es fácil hacer teología con los escritos de los cuales menciono, y discutir varios y varios pasajes sin que el corazón y la conciencia sean verdaderamente tocados, e igualmente sin comprender muchas veces lo que se ha leído. Uno crea así una autoridad humana que se coloca sin pensar por sobre la Palabra: «Los hermanos han dicho..., J.N.D. a dicho...» Es exactamente lo contrario de lo que han deseado estos queridos siervos de Dios, que colocaban a las almas con el contacto directo de la Palabra divina, ayudándolos, nunca gobernándolos.
Pero mas lamentable aún, es lo opuesto, es decir la tendencia muy difundida hoy en día, el rehusar «la sana doctrina» de nuestros conductores. «¡OH! dice uno, yo leo mi Biblia, no tengo necesidad de guía. Esos hombres han podido equivocarse...».
Cuidémonos de no menospreciar el ministerio de aquellos que el Señor a dado para «exponer fielmente la Palabra de verdad» ( 2ª Timoteo 2:15), «hombres fieles capaces de enseñar también a otros» porque ellos también ellos se han alimentado a si mismos con las santas letras. Es la enseñanza de obreros esenciales de un trabajo fuerte operado ya hace mas de un siglo. Es necesario citar, entre muy buenas obras, escritos y traducciones en francés, las de J. N. DARBY, especialmente sus Estudios sobre la Palabra, su preciosa Introducción a la Biblia , sus Notas sobre los Evangelios, sus diversos tratados para la salvación y edificación,— los de H. ROSSIER, de W. KELLY, de J. G. BELLET, después tantos artículos y estudios contenidos en la colección igualmente rica del Mensajero Evangélico. Es bueno decir aquí que el presente artículo hacía sido primeramente escrito con miras a los jóvenes, y que ha sido publicado en otro periódico algunos años con esta intención. Ha parecido útil repetirlo para un círculo mas extenso de lectores.
Si rechazáis lo que el Señor os presenta como medio, El no lo dará dos veces. Tal ministerio se recomienda precisamente porque no se hace porque tenga un valor en si mismo, sino solamente la Palabra tiene valor, Cristo en la Palabra. Estos conductores no han dicho: «Seguidnos a nosotros», sino: «He aquí lo que dice la Palabra de Dios». Ellos no imponen su manera de ver, se remiten a la autoridad divina. Despreciarlos voluntariamente, es a menudo arrogancia, es estimar su propio pensamiento como superior a la de ellos, y es exponerse a errar por ignorancia, torciendo las Escrituras (2ª Pedro 3:16). El pensamiento de un J. N.Darby, no inspirado, no han necesidad de decirlo, pero enseñado por Dios, no puede nunca ser indiferente, y se ofrece siempre al control de esta Palabra de donde ella está impregnada y en la cual ella ha sido invariablemente sumisa. No nos privemos de una ayuda de este valor.
Alguno dirá: «No tengo tiempo» Si realmente es ese el caso, no hay ninguna duda: leed primeramente y ante todo la Biblia. Pero en nuestros días el tiempo libre es mas extenso que en los días de nuestros padres, en la cual ellos se alimentaban ávidamente de los escritos de que disponían. Se encuentra tiempo para el esparcimiento, para el deporte, ejercicio corporal útil, pero poco, se encuentra tiempo para leer los diarios, las revistas, libros de todas clases. ¿No se encontrará tiempo para un ejercicio espiritual?
La verdadera razón es la falta de apetito para esta alimentación fuerte. Es verdad que ella atrae menos que tales publicaciones religiosas donde «hay tan buenas cosas», nos dice uno, y también agradablemente presentadas que se las lee sin esfuerzo. Sin embargo lo que se lee sin esfuerzo esta a menudo marcado de debilidad. La extraordinaria propagación de producciones impresas actuales, adaptadas a todos los niveles, arriesga de quitar el vigor en muchos de los espíritus, o de paralizar su crecimiento. Sin duda, y la Palabra nos lo enseña, que hay alimentos diferentes según la edad y el grado de desarrollo espiritual; los unos necesitan leche, los otros de alimento sólido, y la presentación de la verdad debe ser, en verdad, puesta en diversos niveles. Pero lo propio de un alimento sano, para un niño, es ser estimulante, para darle las fuerzas deseadas para tomar luego un alimento mas sólido. O, a menudo, se acostumbra a una enseñanza diluida donde, mezclada de manera atrayente al mundo y al cristianismo, no es mas que una enseñanza falseada.
Es necesario reaccionar, y particularmente los jóvenes que desean «ser fuertes». Cuantas veces no oímos decir: «¡Oh! J.N.D es muy profundo para mí, no lo entiendo...» ¡Y lo abandonan!. Vale la pena, no lo dudemos, de romper el cascarón, aunque sea dura, porque la nuez es exquisita. Vale la pena escalar pacientemente el sendero difícil, arduo, para descubrir enseguida magníficas perspectivas. Para que esto sea resuelto, no mas de lecturas muy atrayentes, ni tan provechosas. Solamente, en la diferencia de muchas otras, los escritos de los hermanos exigen que se tenga siempre la Biblia ante si, y que se lean acompañadas de la oración. Porque tales obras no cambian la vida cristiana, ellas se alimentan de Cristo.
Los ataques contra el testimonio se multiplican. Es manifiesto que la mayoría de las personas que critican la persona o la vida de estos conductores, de J.N.D. en particular, no han leído igualmente sus obras esenciales. Fallamos mucho en nuestro andar, pero no es en ninguna manera por falta de enseñanzas que nos han sido transmitidas: muy por el contrario, es porque no hemos retenido estas enseñanzas, cuando las hemos deformado. También es altamente saludable que cada uno las lea y las estudie por si mismo. Será maravilloso ver con que conocimiento los hombres y las cosas, que fuerza y que anchura de miras, estos cristianos de hace muy poco han hablado de temas que parecían muy nuevos para la generación actual: la evangelización necesaria, el lugar y el rol del cristiano aquí abajo, las relaciones llenas de amor con los de afuera, pero marchando rigurosamente en el sentido estrecho. Se verá como ellos denuncian los dos escollos que encontramos siempre en nuestro camino, la mundanalidad por una parte, la estrechez de corazón por el otro. Solamente leyendo comprenderemos que distancia existe entre la enseñanza de esos venerados hermanos, puestos en la Iglesia el siglo pasado, y las ideas que se hacen a menudo. Nada nos guardará sin embargo del peligro de constituir una secta mas en la confusión de la cristiandad, secta que sería el «darbismo», a escoger la verdad escritural sobre el tema del testimonio tal como ellos lo mantuvieron siempre y únicamente sostenida, a saber: la reunión alrededor del Señor, en la obediencia a su Palabra, bajo la dirección del Espíritu Santo.
Dios nos de la gracia para comprender siempre y mas el valor y el sentido de este testimonio al cual El no ha llamado. Nosotros no lo hemos escogido, El es el que nos ha colocado allí. Evitemos a la vez la indiferencia culpable y el espíritu partidista que a veces tiene lugar por el celo, y por esto sopesamos el camino de nuestro pies (Proverbios 4,26), lo que deseo decir es estudiemos. El conocimiento hincha, si, pero nunca el conocimiento el Señor, aprendido humildemente a sus pies. Leed a este respecto en la segunda epístola de Pedro, muy llena de esta expresión: el conocimiento. Alimentémonos de lo que ha alimentado a los testigos que nos han precedido. Dios nos mostrará como adaptarlas a las nuevas necesidades«lo que es del principio». Pero «lo que es del principio permanece en vosotros» (1ª Juan 2:24).
Encontramos en Génesis 26:8-33 una ilustración muy útil para meditarla.
Abraham y sus siervos habían cavado pozos. El ha muerto, los Filisteos los habían interceptado. Isaac, bendecido extraordinariamente pro Jehová después de la muerte de su padre, faltó el agua, habría perecido con todas sus riquezas, si el no hubiera destapado los pozos de Abraham su padre. Queridos amigos, nuestros padres han cavado, y han encontrado el agua viva, que es Cristo. Dios nos ha llenado de riquezas espirituales que no merecíamos, aunque tengamos esta posesión ,no nos impedirá sucumbir si no reencontramos el agua de la cual nuestros padres han bebido y que nos han permitido descubrir para enfrentar al enemigo. Pongamos la picota en nuestras manos, tarea humilde, menospreciada puede ser, que nos hará trabajar mas lento, que nos costará la hostilidad el mundo. Pero este gesto ha sido siempre lo mismo, cavadores de pozos que se han bajado para encontrar el agua. Esta tradición, no la descartemos. Ella es fecunda. El agua está siempre allí, el agua viva, donde las almas deben beber por ellas mismas si no deseamos hacerlas correr luego para los demás..Pero es necesario la energía obediente y la paciencia de la fe acompañada a la «sana doctrina».
A.G.
Traducido de el “Mensajero Evangélico” año 1947