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Colosenses – resumen

Leslie M. Grant

"Dando gracias al Padre, que nos hace idóneos para la participación de la herencia de los santos en la luz; el cual nos ha libertado de la potestad de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor." 

Colosenses 1:12, 13 (VM)

Colosenses ("monstruosidades") tiene mucho en común con Efesios. No obstante, de ninguna manera presenta a los santos sentados en los lugares celestiales, sino más bien los considera como caminando aún a través del mundo desolado. Sin embargo la provisión para el viaje es celestial, y se contempla en forma hermosa la bendita plenitud de esta provisión en la persona de Cristo. "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (cap. 2: 9).

En relación con esta plenitud, las palabras "todo" y "toda" son usadas constantemente. Y esto era necesario para advertirles, por una parte, contra los peligros de la filosofía, y por otra, de los del misticismo religioso: lo uno siendo meramente una apelación al intelecto, y lo otro, un insulto grosero al intelecto, aunque a menudo se encuentran curiosamente entremezclados, verdaderamente una monstruosidad con dos cabezas en contradicción. La preeminente primacía de Cristo es, por supuesto, la bendita respuesta a esto.

Cristo es visto como Cabeza de toda la creación, y también como Cabeza del cuerpo, la Iglesia.  Él reconcilia consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos; pero Él ahora ha reconciliado consigo a todos los creyentes. Él ha proporcionado tanto el ministerio del evangelio como el de la Iglesia, por medio del apóstol Pablo. En todo esto, hay una doble provisión: la que es hacia el mundo, y la que es para Sus santos.

Entonces, encontramos en este libro alimento, alimento celestial ‑ aquel que nos preservará del mal en sus formas más refinadas.